domingo, 27 de abril de 2014

Por un Senado ciudadano...

La separación entre poder ejecutivo y poder legislativo está desvirtuada desde el momento en que la disciplina interna del partido de la mayoría obliga a la cámara legislativa a actuar como mero registro notarial de la voluntad del Ejecutivo. La mayoría es utilizada además para ejercer de pantalla de protección en el control al gobierno. Las promesas de la oposición de revitalización del parlamento, por otro lado, se difuminan una vez alcanzada la mayoría.
En estas condiciones, siendo los partidos indispensables a la democracia y la razón de ser de las elecciones producir mayorías, cabe preguntarse si el parlamento está irremediablemente condenado a ser el rehén de los aparatos antes que la expresión del interés general, o si, por el contrario, existe algún diseño institucional que fortalezca su papel y ofrezca una mayor correspondencia entre representación parlamentaria y voluntad popular.



La aspiración a una democracia de calidad exige que el parlamento cumpla con su misión de la manera más honesta posible: que los procedimientos legislativos sean verdaderos procesos de deliberación, con información suficiente, atendiendo a argumentos, mostrando una voluntad real de compromiso, con transparencia sobre los grupos de intereses y permitiendo escuchar a la sociedad civil; que la labor de control del Gobierno y de investigación sea ágil y eficaz, sin trabas pero sin abusos por parte de la oposición; que los nombramientos que le corresponden se basen en criterios objetivos, audiciones exigentes y consensos amplios, no en cuotas partidistas; que las iniciativas populares reciban la debida atención; y que la disciplina de voto de los grupos no merme la capacidad de los representantes de reflejar la voluntad de sus representados.
Los pensadores de la democracia parlamentaria en el siglo XVIII desconfiaban de las facciones por el temor a que los intereses partidistas pervirtieran la búsqueda del interés general. La Historia les ha dado con frecuencia la razón. Pero la Historia también ha demostrado que, frente a la pluralidad de intereses presentes en la sociedad, los partidos políticos son un instrumento eficaz de organización de las preferencias.
¿Cómo conseguir entonces que el parlamento acoja el legítimo juego de intereses políticos a través de los partidos sin que éste derive en un menoscabo, cuando no menosprecio, del interés general o de la voluntad popular?
La solución a este dilema ideada en los albores de la democracia moderna nos puede servir de inspiración, con las evidentes adaptaciones al tiempo presente. Las tres democracias parlamentarias pioneras, la británica, la estadounidense y la francesa, lo intentaron resolver instaurando un parlamento bicameral en el que una cámara fuera la sede de los intereses partidistas emanados del voto popular y otra de carácter más elitista, inspirada del senado romano, velara por el interés general.
Significativamente, a la primera se le llamó Cámara baja y a la segunda Cámara alta. Ese es el origen de la House of Lords británica, del Senado norteamericano y del Consejo de los Ancianos francés. En palabras de Madison, “el fin del Senado es proceder de manera más pausada, reflexiva, ponderada y sabia que la cámara popular”.
Hoy en día no tendría ningún sentido resucitar una cámara de ancianos compuesta de privilegiados terratenientes. Sí lo tendría, sin embargo, una segunda cámara, un Senado ciudadano cuya misión fuera velar por el respeto del interés general y la calidad de la democracia, corrigiendo o atenuando los defectos de la “cámara partidista”.
Para cumplir correctamente con su papel, una cámara de estas características debería contar con miembros independientes de los partidos. De entre los tres modos posibles de selección –la elección, la rotación y el sorteo– el tercero sería el más apropiado. Con una composición superior a 150 o 200 senadores, el sorteo entre el conjunto de la ciudadanía aseguraría un resultado representativo y legitimador, aunque se puedan concebir algunas modulaciones. Para el designado, el mandato sería una obligación cívica salvo que se den circunstancias personales o laborales particulares, con una duración de dos o tres años, no renovable, dando así tiempo a adquirir experiencia y que la cámara se beneficie de ella pero sin que suponga una ruptura excesiva en la trayectoria personal. Si el mandato fuera por ejemplo de tres años, un tercio de sus miembros se renovaría anualmente con el fin de asegurar una transmisión fluida de los códigos y la memoria de la institución.
El Congreso seguiría siendo la cámara legislativa, salvo para las normas que afectan directamente a los partidos en las que el Senado ciudadano tendría la última palabra. En el resto de los procedimientos legislativos, el papel del Senado sería vigilar y ejercer de árbitro del fair play político. En determinadas condiciones, tendría capacidad para requerir que un proyecto de ley sea sometido a alguna de las vías de participación ciudadana que el nuevo sistema político habilitaría: asambleas o jurados ciudadanos, sondeos deliberativos, consultas online, referéndum consultivo, etc. El dictamen ciudadano sería vinculante para el Congreso, el cual sólo podría desviarse de él previo acuerdo del Senado. También velaría por la debida tramitación por parte del Congreso de las iniciativas populares.
En el ámbito del control al Gobierno, los ministros rendirían cuentas regularmente de su gestión al Senado ciudadano, pudiendo éste reprobarlos e incluso revocarlos en caso de incumplimiento de los compromisos que el propio Gobierno haya adoptado o de conductas reprochables. El presidente del Gobierno sería evaluado anualmente sobre el cumplimiento de su programa electoral. Dos evaluaciones anuales negativas forzarían la dimisión del mismo. La potestad del presidente del Gobierno de adelantar las elecciones estaría supeditada a ratificación por el Senado ciudadano.
En los nombramientos para órganos judiciales y estatales, el Senado ciudadano tendría la última palabra, así como capacidad para exigirles cuentas en todo momento.
Una crítica frecuente a las propuestas que confieren un poder decisorio a la ciudadanía es invocar su falta de competencia sobre los complejos asuntos públicos. Esta afirmación carece de base empírica, numerosas experiencias de participación ciudadana demuestran la capacidad de la ciudadanía para identificar el interés general. Además, en la mayoría de los casos, la función del Senado ciudadano no sería decidir sino arbitrar atendiendo a los argumentos de los grupos políticos, con el apoyo documental y pericial de la administración, del tribunal de cuentas, de órganos asesores y de expertos. Por otro lado, esta dinámica forzaría a los partidos políticos a defender sus propuestas con argumentos razonados, elevando así la calidad del debate y de las decisiones.
No se trata de todos modos más que de un esbozo de propuesta. Pretende ayudar a reflexionar sobre soluciones conceptuales y prácticas que mejoren la calidad de la democracia, poniendo de relieve que la forma institucional actual de la democracia representativa no es el fin de la historia. En tiempos de profunda crisis de la representación política no podemos permitirnos el lujo de obviar este debate.
PD: ¿quid del Senado actual? Sería perfectamente sustituible por un procedimiento legislativo o consultivo, en asuntos de competencia territorial, que implicara a parlamentarios autonómicos.



Antonio Quero coordina el grupo Factoría Democrática de militantes y simpatizantes socialistas. Es funcionario de la Comisión Europea. Actualmente en la Dirección General de Presupuesto, ha trabajado en los departamentos de I+D, de Relaciones Exteriores y de Economía.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡¡¡SAWABONA!!!

Bonita costumbre de esta tribu africana... ¡¡¡SAWABONA!!!

En esta tribu, cuando alguien hace algo perjudicial o incorrecto, ellos llevan a la persona al centro de la aldea y toda la tribu viene y lo rodea.

Durante dos días, le dicen "todas las cosas buenas" que él ya ha hecho.

La tribu cree que cada ser humano viene al mundo como un ser bueno, deseando seguridad, amor, paz y felicidad.
Pero a veces, en la búsqueda de esas cosas, las personas cometen errores; errores que la comunidad ve como un grito de socorro.

Entonces, la tribu se une para levantarlo; para reconectarlo con quien es realmente, hasta que él se acuerde totalmente de la verdad, de la cual se había desconectado temporalmente: "Yo soy bueno".

SAWABONA, es un saludo usado en África del Sur que quiere decir: "Yo te respeto, yo te valorizo. Eres importante para mí".

En respuesta, las personas contestan SHIKOBA, que es:
"Entonces, yo existo para ti".

Fuente: Sólo Buenas Noticias - Only Good News.

viernes, 18 de abril de 2014

Ahora mismo - Miquel Martí i Pol - L'àmbit de tots els àmbits.

Ahora mismo enhebro esta aguja
con hilo de un propósito que no digo
y empiezo a remendar. Ninguno de los prodigios
que anunciaran taumaturgos insignes
se ha cumplido, y los años pasan rápidamente.

De nada a poco, y siempre con el viento en la cara,
qué largo camino de angustia y de silencios.

Y estamos donde estamos, mejor saberlo y decirlo,
y fijar los pies al suelo y proclamarnos
herederos de un tiempo de dudas y renuncias
en el que los ruidos ahogan las palabras
y con muchos espejos medio deformamos la vida.

De nada nos vale la añoranza o el lamento,
ni el toque de displaciente melancolía
que nos ponemos por jersey o por corbata
al salir a la calle. Tenemos apenas
lo que tenemos, y nada más; el espacio de historia
concreta que nos toca, y un minúsculo
territorio para vivirla.

Pongámonos
en pie otra vez y que se escuche
la voz de todos solemnemente y clara.
Gritemos quienes somos y que todos lo escuchen.
Y al acabar, que cada uno se vista
como buenamente le plazca y ¡a la calle!
que todo está por hacer y todo es posible.

Pensémosla clara esta quietud que extiende
impensadas resonancias. Pensémosla
clara y sugerente, que nos llene
el espacio concreto de ahora mismo,
el espacio donde no hay ningún tipo de sorpresa
y todo es viejo, y triste, y necesario.

Pasamos la hoja ya hace tiempo,
y algunos se empeñan en leer aun la misma página.

Quizá el secreto es que no hay secreto
y este camino lo hemos hecho tantas veces
que nadie se sorprende; quizás
necesitamos romper esta rutina
haciendo algún gesto desmesurado, algo
sublime que volteé la historia.

Quizás también, de lo poco que tenemos ahora
no sabemos hacer el uso necesario, ¡quien sabe!

Con mucha lentitud gira la noria
y pasan años, o siglos, hasta que el agua,
alcanza la cima más alta, y gloriosa,
proclama la claridad en todos los ámbitos.
Muy lentamente bajan entonces
los arcaduces a buscar más agua.

Así se escribe la historia. Saberlo
no puede sorprender ni decepcionar a nadie.

Con frecuencia excesiva giramos aun la vista
y el gesto traiciona angustia y desfallecimientos.
La añoranza voraz nos sorbe la mirada
nos hiela el fondo del sentimiento. De entre todas
las soledades ésta es la más obscura,
la más feroz, amarga y persistente.

Conviene saberlo y conviene, por otra parte,
pensar el futuro luminoso y posible.

¿Quién sino todos - y cada cual por turno-
podemos crear desde estos límites actuales
el ámbito de luz donde todos los vientos se exalten,
el espacio de viento donde toda voz resuene?
Públicamente nos compromete la vida.
Públicamente y con todo tipo de indicios.

Seremos aquello que queramos ser. En vano
huimos del fuego si el fuego nos justifica.

Ni lugares, ni nombres, ni espacio suficiente
para replantar la arboleda, ni ningún río
que nos remonte su curso y nos levante el cuerpo,
por encima del olvido. Todos sabemos bien
que no hay campos abiertos a ningún retorno
ni surcos en la mar en la hora del peligro.

Pongamos señales de piedra por los caminos,
señales concretas, de honda plenitud.

Compartiremos misterios y deseos
de raíz muy nobel y secreta, en el espacio
de tiempo que alguien permitirá que vivamos.
Compartiremos proyectos y desazones,
placeres y duelos con dignidad extrema,
el agua y la sed, el amor y el desamor.

Todo esto junto, y más, ha de darnos
secreto aplomo, la claridad deseada.

En clave de tiempo y con mucho sufrimiento.
He ahí como podemos vencer el combate
que desde hace tanto tiempo libramos intrépidos.
En clave de tiempo y quizás en soledad,
acumulando en cada cual la fuerza
de todos al tiempo, y proyectándola hacia fuera.

Surco tras surco en el mar cotidiano,
paso tras paso con voluntad de aurora.

Ni ningún levante lujurioso, ni ningún
poniente solemne . Más nos vale saber
que no hay grandes misterios, ni ningún pájaro
de alas inmensas que nos guarde; nada
de lo que tantas veces proclamaron
con la voz terca adivinos oscuros.

Pongamos mano sobre mano. Y los años
conferirán dureza a cada gesto.

Preservamos del tiempo y del olvido
la integridad de unos ámbitos, de unos proyectos
en los que nos vimos todos juntos crecer y luchar.
Y ahora, ¿qué oscuro rechazo, qué pereza
echa a perder el impulso de renovada furia
que nos hacía casi anhelar la lucha?

Del fondo de los años, nos llama borboteante
la luz de un tiempo expectante y frondoso.

Convertiremos los silencios en oro
y las palabras en fuego. En la piel de este retorno
acumula la lluvia, y los afanes
borran privilegios. Lentamente
emergemos del gran pozo, hiedra arriba,
y no al amparo de calamidades.

Convertiremos el viejo dolor en amor
y lo legaremos, solemnes, a la historia.

Miquel Martí i Pol
Ara Mateix - L'àmbit de tots els àmbits



Traducido con toda la fidelidad al sentido original que he sido capaz.
En la esperanza de contribuir al mutuo entendimiento.

Ma. Núria Serra Arqué