lunes, 9 de enero de 2012

CARTA SIN DESTINATARIO


A los que se creen a salvo. A todos y todas quienes piensan que por imitarles, por apoyarles serán apartados de la hoguera general os quiero contar algo: Roma no paga traidores.
Sí, les habéis votado o les habéis servido, y por ello os sonríen y os continúan dando algún trabajo, mal pagado y temporal, hay sí, temporal. Hasta el próximo acto de constricción, que será pronto. Pero creéis que por ello seréis alguna vez uno o una de ellos, ja, todas las entradas fueron vendidas, hace mucho, mucho tiempo.
Nos bajarán los sueldos, y a vosotros también. No nos darán créditos, ni a vosotros tampoco, salvo a cambio de venderlo todo, hasta el alma. Y pagaremos impuestos, nosotros y vosotros, los nuestros y los suyos. Esperáis acaso tener mejores escuelas u hospitales, quizás ir a los suyos, ja,  nunca, entendedlo, nuca entrareis en la misma cama en la que duermen con la tranquilidad de quien sabe que manda.
Solo os han utilizado, como a su tenedor, para no mancharse directamente las manos. Os dieron sus consignas e instrucciones para que les fuerais útiles creyendo trabajar para vuestro futuro, os llenaron de títulos, que ellos hacen y deshacen según su interés. Y ahora que ya no os necesitan claman por lo mal que esta todo, y hasta os declaran culpables del desguisado. Piden vuestra cabeza y esconden la suya, ¿qué esperabais, que la ofertarán? Ja.
Queda aun una pequeña esperanza, hablar, contarlo todo, poner sus trucos al descubierto, impedir que encuentren nuevos ilusos a los que engañar. Y salvarnos, sí, pero todos y todas, sin esperar salvadores supremos, ni dioses, ni cesares, ni tribunos.

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